VERONICA FARÍAS
Titula de la Unidad de Comunicación FIDE
Leer, escribir y mantener una buena salud y nutrición son aspectos fundamentales que nos permiten vivir la vida que valoramos, disfrutar de un estado mental positivo y una integración social efectiva. Estas acciones no solo definen los estados de ánimo que experimentamos a lo largo de nuestra vida, sino que enriquecen nuestra existencia, brindándonos la capacidad de trazar caminos con rutas llenas de significado y propósito.
Exhibir la interconexión entre pobreza energética y los indicadores relacionados con la salud física y emocional, educación eficiente, nivel de vida y bienestar nos ayuda a identificar las privaciones multidimensionales que experimentan, de forma simultánea, los individuos en situación de pobreza energética y confort térmico.
En este sentido se confiere que en el contexto del hogar, cuando una persona cuenta con servicios energéticos, culturalmente considerados mínimamente necesarios, puede satisfacer sus necesidades, con acceso a adquirir conocimientos, respetarse a sí misma, a construir su autoestima, ejerce su capacidad para participar en la vida comunitaria y disfrutar de una larga vida.
MARCO CONCEPTUAL DE LA POBREZA ENERGÉTICA
El punto de partida de la definición conceptual de Fuel Poverty o pobreza energética tiene origen en el informe de Brenda Boardman, realizado con el propósito de mitigar sus causas y efectos en las Islas Británicas. Para la catedrática de la Universidad de Oxford, la pobreza energética ocurre cuando una familia no puede pagar los costos de los servicios energéticos más básicos para proveerse de calefacción, iluminación, cocinar y hacer uso de electrodomésticos (Boardman, 2010).
A finales de los 90, la pobreza energética se extendió de tal forma en la sociedad, que el gobierno británico tomó acciones para minimizarla, adoptándola como parte de los objetivos de su agenda. El impacto del Informe Boardman no sólo generó la Ley “Warm Homes and Energy Conservation Act” (WHECA), sino que definió formalmente el concepto en Europa.
POBREZA MULTIDIMENSIONAL
La base de datos del Índice de Pobreza Multidimensional IPM 2020 y 2021, informes elaborados por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD y la Iniciativa de Pobreza y Desarrollo Humano de Oxford, mostraron que el 16.95% de los 5,900 millones de habitantes de 109 países en desarrollo, es decir, mil millones de personas carecen de energía eléctrica, y más de la mitad de esta población, 644 millones, son menores de 18 años, lo que mina su oportunidad para prepararse, estudiar o jugar al ponerse el sol (Multidimensional Poverty Peer Network (MPPN), 2020 – 2021).
El análisis intrafamiliar del IPM muestra que la pobreza multidimensional también afecta por género: dos tercios de los afectados viven en hogares donde ninguna mujer o niña completó seis años de escolaridad, y una sexta parte en hogares donde solo los hombres o niños tuvieron esa oportunidad.
En México, el Modelo Estadístico de Continuidad del Módulo de Condiciones Socioeconómicas de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), estima que las mujeres dedican 22 horas semanales a las tareas del hogar y 28 horas al cuidado de otras personas. Lo que equivale a 50 horas por semana, 2.5 veces más que los hombres, realizando trabajos domésticos y de cuidado no remunerados. Lo anterior, no sólo provoca efectos de ingresos diferenciados por género, sino limita a las mujeres y niñas, al acceso a la educación y potencial de productividad. Falta además, agregar el promedio de horas que dedican recolectando combustible de biomasa para cocinar y calentar la vivienda familiar.
El uso de enseres electrodomésticos relacionados con la preparación y refrigeración de alimentos, entre otros servicios energéticos, permite la participación de las mujeres y niñas en el desarrollo económico y social de la localidad, al liberar tiempo dedicado a las tareas domésticas y de cuidado. Por lo que la electrificación de los hogares mejora significativamente sus posibilidades educativas, formación intelectual y sus oportunidades de empleo.
El impacto de la pobreza energética en los resultados educativos también tiene efectos intergeneracionales negativos; y los vínculos entre la educación de las madres y la salud de los niños también están bien establecidos; a menor tasa de educación de las madres, mayores niveles de retraso en el crecimiento infantil. Además, el acceso limitado a la educación desalienta a las generaciones futuras a matricularse, perpetuando así el círculo vicioso.
ANÁLISIS CUALITATIVO DE LA POBREZA ENERGÉTICA Y TÉRMICA
La pobreza energética y el confort térmico son un fenómeno que no sólo procede de bajos ingresos en el hogar o altos costos de la vida, lo que derivaría en un problema de carencia de ingreso. En el fondo -señala Victoria Pellicer-Sifres, profesora técnica de la Universidad de Valencia-, las consecuencias cualitativas de la pobreza energética deben ser analizadas desde la perspectiva de una justicia social; aún mejor, de una justicia energética.
Empero, si se desea abordar los aspectos fundamentales de la naturaleza del fenómeno, requiere ponerse a las familias en situación de pobreza al centro del análisis, y reconocer las necesidades, diferencias y vulnerabilidades de los colectivos. Conseguir un cambio social exige evaluar y valorar al objeto central; el bienestar individual y las convenciones sociales.
El Programa Sectorial de Energía en México considera como estrategia prioritaria implementar mecanismos que permitan disminuir la pobreza energética de la población con rezago social y económico (PROSENER, 2020, estrategia prioritaria 5.1), y en los documentos de planeación de la actual administración se reconoce los servicios energéticos un bienestar para el ser humano. No obstante, se omite agregar al concepto de pobreza energética el de térmica o confort térmico en los informes y resultados de medición del fenómeno. En el caso del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social CONEVAL, organización oficial encargada para medir la pobreza energética, establecer los indicadores y evaluar los programas y políticas sociales del Gobierno Federal y además, carece de un apartado específico que proporcione una panorámica de esta problemática en el país (cfr. Talán Ramírez, 2021).
POBREZA ENERGÉTICA Y EL ÍNDICE DE DESARROLLO HUMANO
Diversos estudios han demostrado que los servicios energéticos resultan indispensables para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) para la reducción de la pobreza mundial, por lo que existe una estrecha relación entre la dimensión social de los usos de la energía y el Índice de Desarrollo Humano IDH.
Para elevar el IDH, es primordial que las familias tengan acceso a servicios energéticos que sean accesibles, adaptables, asequibles y de buena calidad, para preparar y refrigerar los alimentos; además, que cuenten con iluminación, confort térmico adecuado y equipos de entretenimiento e información, para evitar la brecha digital.
Cuando un país utiliza servicios energéticos modernos, en un porcentaje entre el 41% al 100% del consumo total, el IDH mejora significativamente, en relación con países que utilizan un porcentaje inferior al 20% de 40.9% a 11%, además, la población con acceso a agua potable aumenta 8 puntos. El IDH se estanca cuando el consumo de electricidad per cápita alcanza un determinado nivel de aprox. 5.000 kWh al año. La evidencia empírica muestra una relación proporcional entre el consumo de energía per cápita y el IDH, hasta que este último alcanza un nivel de 0,7 puntos.
La Pandemia de la COVID-19 produjo un peso extra al impacto diferenciado, especialmente entre las mujeres indígenas que constituyen el grupo más grande que vive en situación de pobreza extrema. El 83.4%, 8 de cada 10 viven con algún grado de pobreza o vulnerabilidad, y los logros alcanzados en los últimos años para su reducción, se han revertido y remontado las cifras a años atrás.
La vida diaria de todos los habitantes del planeta sufrió modificaciones drásticas; la contingencia sanitaria cambió la forma en que trabajamos, estudiamos y se vieron afectados nuestros hábitos de higiene y nuestra relación con la salud. La carga de la crisis a nivel global se repartió de forma inequitativa, evidenciando las profundas desigualdades y la exclusión social existentes entre las naciones.
La toma de decisiones genera como efecto el desarrollo de una serie de posibilidades y la búsqueda de soluciones para resolver las desigualdades; en la lógica del pensamiento sistémico, la propuesta del diseño de políticas públicas, permite ajustar los cambios en la planificación.
Programas como el de Vivienda Social en la Modalidad de Mejoramiento Integral Sustentable, que opera el Fideicomiso para el Ahorro de Energía Eléctrica FIDE son parte de la solución, permitiendo anticiparnos a las resistencias y desarrollarnos en el contexto dinámico en el que se desenvuelve este fenómeno.
Este programa que recibe subsidios de la Comisión Nacional de Vivienda CONAVI y de la Secretaría de Energía SENER de hasta 40% del total del proyecto, permite a las familias de bajos recursos adquirir sistemas fotovoltaicos para su vivienda, calentadores solares, refrigeradores, aires acondicionados, llaves de agua, regaderas y escusados grado ecológico, entre otras tecnologías, que contribuyen a reducir su consumo de gas, agua y electricidad. https://www.fide.org.mx/?page_id=15697
Como hemos visto, la energía es un elemento preponderante para el bienestar de los seres humanos, y la pobreza energética y térmica puede presentarse por ausencia de políticas públicas que generen mejores accesos a toda la sociedad. Pensar en el diseño de políticas públicas debe tener como objetivo primordial, la inclusión e integración de todos los miembros de la unidad familiar; esto, les permitirá el acceso a gozar de una buena alimentación, una educación eficiente, a un nivel de desarrollo humano óptimo y un nivel de vida digno.